Relatos Viajeros

✧ Microrrelatos viajeros (Parte II)

«Los microrrelatos de viaje que leerás a continuación te transportarán a inolvidables escenas acontecidas en destinos tan sorprendentes como Noruega, Egipto o Vietnam. Descubre mis experiencias más conmovedoras relatadas de forma íntima y personal».

Cristina Arvelo relatos de viaje

Los viajes nos emocionan, nos hacen reflexionar, trastocan nuestras ideas, e incluso, llegan a cambiar nuestra filosofía de vida. Todos los aprendizajes que atesoramos gracias a la experiencia de viajar nos ayudan a evolucionar. Nos convierten en personas más humildes, más tolerantes, y eso se refleja en nuestra actitud al volver a casa. 

En los 6 microrrelatos siguientes te describo pequeñas sensaciones que tuve en un momento dado estando de viaje. Más adelante, con la perspectiva que me proporcionó la distancia, me di cuenta de que, en realidad, los sentimientos que brotaron en mí en esos instantes eran más profundos e importantes de lo que creía, ya que han permanecido grabados en mi memoria durante años. 

Escribir sobre viajes es volver al lugar donde fuiste dichoso, pero también a aquel que te sorprendió tanto para bien, como para mal. 

A continuación, te comparto los siguientes textos donde cuento diferentes experiencias de mis viajes por países tan fabulosos como Noruega, Egipto y Vietnam. 

También añado un microrrelato muy especial para mí, dedicado a mi padrino, la persona que me inspiró a viajar desde muy pequeña y que hoy recorre el mundo en un periplo eterno desde el cielo.

Para que juguemos juntos, he sumado una «adivinanza viajera«. ¿Conseguirás averiguar cuál es la ciudad que describo?

Finalmente, incluyo un texto que realicé en el «Curso de Narrativa de viajes» de la School of Travel Journalism. Consiste en la descripción de un lugar donde no he estado a partir de una fotografía. Me encantó este tipo de ejercicio propuesto por el docente Jordi Canal Soler (un prestigioso periodista y escritor de viajes español con una gran trayectoria viajera) y por eso lo comparto hoy contigo. 

ÍNDICE: 

  • El tren de la vida: Noruega
  • El viaje eterno de Julio (el de los barcos): Mundo
  • Una niña como yo: Egipto
  • Nina y el piano: Vietnam
  • Adivinanza: ¿Qué ciudad es?
  • Un sábado por la mañana en el mercado africano: África.

¡Acompáñame por este interesante recorrido por la literatura viajera!

EL TREN DE LA VIDA.

Se sentaron frente a mí en el tren que iba desde Oslo a Bergen, en Noruega. Era una pareja mayor con todo el tiempo del mundo y, a la vez, con pocos años por delante para poder disfrutarlos juntos.

Se llamaban Klaus y Nora. Cada aniversario visitaban la ciudad donde se conocieron.

Coincidieron allí muy jóvenes, cuando ella trabajaba en una tienda de regalos. Klaus me cuenta la historia. Nora sonríe.

—¿Recuerdas Nora, cómo te divertían mis bromas tontas?

Nora lo mira con dulzura.

—Tiene Alzheimer —comenta Klaus—. Cuando vamos a Bergen hay momentos en los que vuelve a ser la jovencita ingeniosa que conocí.

Pienso que este viaje en tren es una metáfora de la vida para Klaus. El recorrido es largo, pero al compartirlo con Nora no le importar ir… y volver. Lo hará las veces que haga falta. Lo hará por amor.

Tren en los paisajes de Noruega

EL VIAJE ETERNO DE JULIO (EL DE LOS BARCOS)

(Seleccionado para su publicación en el libro de antología del III Certamen Rubric de Microrrelatos).

Mientras observo como colocan su féretro en el coche fúnebre, recuerdo cuando, de pequeña, mi padrino me contaba historias de los increíbles lugares donde había estado. Fue cocinero en un buque mercante; cuando no había móviles y se enviaban postales, y los viajeros más aventureros se guiaban con enrevesados mapas.

Visitó Nueva York en la época donde las casas superaban en número a los rascacielos. Caminó por los paisajes vírgenes de Nueva Zelanda, se maravilló con los canales de Venecia y comió pescado salado en los fríos puertos de Noruega.

Hoy parte a un viaje eterno. Volverá a navegar entre las nubes, en un itinerario infinito donde seguro visitará de nuevo aquellos lugares donde fue tan feliz. Yo seguiré sus pasos en la tierra, recorriendo los rincones por donde primero pasó él. Agradeciéndole que, cuando más lo necesitaba, me hiciera soñar con un mundo nuevo y fabuloso… Lejos de casa.

*En memoria de mi padrino: Julio Antonio González Álvarez.

Microrrelatos viajeros barco en la nubes

UNA NIÑA COMO YO

(Seleccionado para su publicación en el libro del II Certamen de Microrrelatos Feministas de la Universidad de la Rioja).

Sofía miraba por la ventanilla del taxi que la llevaría a su nuevo hogar en África.

Desde que nació, siete años atrás, nunca había salido de Madrid, y ahora todo era distinto.

Sofía divisó a una mujer con el cuerpo encorvado por la edad. Llevaba de la mano a una niña.

—Mamá, esa niña no tiene zapatos.

—Es una niña diferente, Sofía.

—¿Por qué es diferente? Seguro que le gusta jugar, como a mí, e ir a la escuela. Quizá de mayor quiera ser profesora, como yo. No entiendo por qué no tiene zapatos. Antes vi a un niño que sí los tenía. No es justo, mamá.

La madre pensó que su hija le había dado una gran lección de igualdad y humanidad. Ante los ojos de la pequeña, esa niña no era diferente a un niño… Ni tampoco a ella.

—Tienes razón, cariño. Todos tenemos derecho a llevar zapatos.

Niña descalza en África microrrelatos de viajes

NINA Y EL PIANO

Nina entró de la mano de su padre en la antigua casa vietnamita.

—Pórtate bien —le dijo.

Al entrar en la sala, se fijó en una fotografía en blanco y negro de una niña, colocada sobre un elegante piano.

Nina se sentó en el taburete y empezó a tocar las teclas.

En ese momento, un anciano entró en la estancia y la miró con ternura.

—Linh, sigue tocando.

—No soy Linh, me llamo Nina —le contestó la pequeña.

El anciano miró la fotografía de la niña. Por un momento pensó que su hija había regresado para tocarle su melodía favorita.

Exterior de una casa en Vietnam

ADIVINANZA: ¿QUÉ CIUDAD ES?

Dicen que soy muy bella, pero es porque solo reparan en mi exterior. En realidad, me ahogo en un llanto desconsolado por la pasividad de todos ante mi inevitable destrucción.

Tengo más de cien lunares (algunos desconocidos para muchos) y siempre me abro en canal para dar cabida a todo aquel que quiere conocer un poco de la historia de mi vida. No tengo remedio. Pese al daño que me hacen, no puedo decirles que no acudan a mí una y otra vez.

Me gusta que me canten y, desde siempre, he tendido puentes para poder abarcar cada rincón de mi existencia. Esconderme tras una máscara se ha convertido en algo normal para mí, pero veo que ya nadie repara en ello.

(Lee al revés para averiguar la respuesta de la adivinanza: aiceneV)

UN SÁBADO POR LA MAÑANA EN EL MERCADO AFRICANO

(Texto trabajado en la Especialización en Narrativa de Viajes, de la escuela de periodismo de viajes School of Travel Journalism, impartido por el docente Jordi Canal Soler). 

El mercado en aquel remoto pueblo africano era una explosión de color, tanto por los llamativos trajes estampados, pañuelos y abalorios de las mujeres —que se vestían con sus mejores galas para la ocasión—, como por las diferentes tonalidades de las frutas y verduras que se vendían y que ocupaban prácticamente todo el suelo dentro de cestas de mimbre y amplios cuencos de metal.

Era muy difícil caminar por los abarrotados y estrechos pasillos curvilíneos de arena dorada, ya que tenía que ir sorteando a las personas que regateaban, las señoras que comerciaban, la comida desparramada y los numerosos niños que correteaban alrededor de sus madres con una fruta en la mano y que se me acercaban curiosos tirándome de la camiseta para que les hiciera caso.

El ambiente era seco. Hacía mucho calor y la mezcla del olor a tierra pisoteada y fruta madura no era del todo desagradable, pero tampoco es que me animara a permanecer mucho tiempo paseando por la zona.

El mercado se ubicaba en una amplia explanada en el centro del pueblo. Era el punto de reunión de sus habitantes y allí, no solo se abastecían del sustento para la semana, también se concretaban negocios de otro tipo, como los intercambios de trabajos manuales o los enlaces matrimoniales entre los hijos de los vecinos. Los chismes locales tenían en este espacio un lugar idóneo para su difusión. El ruido era constante y el movimiento incesante. Gente de allá para acá con bolsas y grandes sacos en las manos generaban polvo al caminar que ensuciaba todo lo comestible que se encontraba en el suelo esperando ser comprado. Y de nuevo los niños, que con sus risas y juegos animaban el lugar. El mercado era un particular patio de recreo para estos críos antes de volver de nuevo a las tareas del campo o del hogar.

Me percaté de que los hombres brillaban por su ausencia en los puestos de venta. En el pueblo, el mercado era cosas de mujeres, mientras que ellos se reunían relajados bajo los árboles para conversar sobre cómo había ido la cosecha o cuál era el estado del ganado. Parloteaban tranquilos, como si el barullo que les rodeaba no fuera con ellos. Esta pintoresca estampa se repetía todos los sábados por la mañana. Siempre había sido así en aquella región, y seguirá siéndolo por mucho tiempo.

Mercado de África relato viajero
Autor de la fotografía: Jordi Canal Soler

(Nota: Imagen de portada del post y del microrrelato «El viaje eterno de Julio (el de los barcos)» elaborada por Arder Winters. Consigue una imagen personalizada para tu blog, redes sociales, para una felicitación, etc., haciendo click aquí)

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School of Travel Journalism

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Publicado por Cristina Arvelo

Trotamundos, redactora y agente de viajes. Combino mi pasión por conocer el mundo con mi actual profesión como especialista en marketing turístico digital. Tras más de 20 años conociendo increíbles destinos, te presento mis itinerarios de viaje. Completas rutas para que puedas organizar tu escapada de ensueño de forma rápida y sencilla.

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