«Si tienes la oportunidad de viajar, pero nadie puede acompañarte, ¿Qué harías? Aralia Loiterstein Lorente de @aralia.loi.lor nos descubre hoy, con todo detalle, las 5 fases de viajar sola/o. Esas que conoce tan bien y a las que se acaba de enfrentar de nuevo tras ocho años de su último viaje en solitario»
Me pregunto, después de haber viajado sola en distintas ocasiones (en el libro “Agua dulce, agua salada” se relatan algunos de estos viajes), cómo va a suponer, un viaje de quince días en solitario, un reto para mí.
Y es que resulta que hace doce años, viajando, conocí a alguien especial en Perú. Cuando formamos familia, sentí que ya nunca más estaría sola. Los viajes siguieron, pero acompañada. Y a todo se acostumbra una.
Cuando mi hijo cumplió los dos años, me atreví a viajar sola de nuevo, necesitaba reencontrarme con la que era. Estuve un mes en Ecuador y en Colombia. Fue duro, pero fue importante.
Ahora, ocho años más tarde, se me presenta la oportunidad de viajar de nuevo sola. A Suramérica. Esa que me conoció soltera, esa que me conoció estrenándome como madre. ¿Y sabes qué? Que me siento como una sola-viajera novata, como si fuera la primera vez.
No me ha quedado más remedio que volver a superar la gymkana emocional que se desata cada vez que una se plantea un viaje en solitario. Toca superar, una a una, las cinco fases, para llegar a la “magia”.
PRIMERA FASE: RESISTENCIA
La primera sensación, solo de pensarlo, es de terror. “¿Quince días sola? Se me va a hacer largo. ¿Para qué? Yo ya viví eso, no necesito hacerlo de nuevo…”.
Por experiencia, sabía que cada inicio de viaje es igual, con las mismas incertidumbres. Lo que tenía claro, es que no me iba a quedar con las ganas. Así que, no muy convencida, decidí abrir la puerta a esa oportunidad y comprar los pasajes. —Cuando el carro anda, los melones se acomodan —me dijo mi padre, recordando un dicho que decía el suyo.
SEGUNDA FASE: YA SÉ QUE ME VOY, PERO TENGO MIEDO
De repente, empiezo a ver noticias sobre aviones que se estrellan, sobre mujeres que desaparecen, sobre lo “mal” que está el mundo. Además, la familia y amigos, cuando les cuento, me dicen: “¿Estás segura? ¿Y no tienes miedo? ¡Yo ni loca!”.
Pienso que estoy cagada de miedo, que no estoy segura y que, si no me hubiera gastado un dineral en los pasajes, seguramente no iría, pero respondo sin mucho convencimiento: “bueno… lo que dice la tele no es del todo cierto…”. En ese momento todavía no sé las maravillas que voy a vivir.
Mientras tanto, internamente me voy preparando. ¿Qué llevo en la mochila? En “mí” mochila, la de “mis” cosas y “mis” necesidades, la que cargaré yo, sola. Acostumbrada a preparar mochilas compartidas, esto ya es un ejercicio. Me reencuentro con mi minimalismo. No quiero cargar, una mochila de treinta litros será suficiente.
TERCERA FASE: SALTO, PERO NO AL VACÍO
El viaje sola es progresivo. Necesito un trampolín, necesito piedras que sobresalgan del río (que por el momento veo oscuro, tenebroso y peligroso) que voy a cruzar, alguna donde reposar el pie antes de saltar.
Contacto con una periodista en Asunción, Paraguay, le cuento que voy para su país. Con calidez de amiga me dice: “vente para acá, mandame los datos del vuelo que voy a recogerte. Y obvio, te quedás en casa”. Justo lo que necesitaba escuchar, es mi “piedra” en el río (un río que empieza a ser menos turbio).
Disfruto, acompañada de una anfitriona excelente. Estoy cómoda, acomodada. Pero esto no era. Hago un pacto conmigo: “tres días y me voy, sola”.
CUARTA FASE: REENCUENTRO
Ese primer día sola lo paso atravesando Paraguay en bus, llevo a mano entretenimiento: podcasts descargados, libros, libreta… No uso nada. Estoy bien, tranquila, disfruto de mi compañía. Se acabó el terror a estar sola. No era para tanto, me preocupé antes de tiempo.
Silencio. Silencio. Silencio. ¿Incómodo? No. ¿Desconocido? No. ¿Lejano? Sí.
Los primeros días voy despacio, observo, interactúo lo mínimo. Disfruto de mi tiempo y de mis ritmos. Me re-conecto con mis necesidades más sinceras. Puedo hacer lo que me apetezca. A veces, simplemente, no hago nada.
QUINTA FASE: MAGIA
Ya re-conquistada mi soledad, empiezo a atreverme a cosas: hablar con un desconocido, pasear de noche, tomar algo en la avenida, darme un homenaje en un restaurante al borde del mar…
Ha pasado una semana. Algo cambió. Mi manera de estar, de mirar. Siento que conquisté mi absoluto derecho a estar, donde quiera, sola.
La gente se acerca, me invita. Ahora empieza la magia. Ahora es cuando el viaje que pensaba que se me iba a hacer largo, se me hace corto. Ahora es cuando estoy ya planeando el siguiente. Ahora es cuando me digo: “¡¿y estabas dudando sobre si venir o no?!”. Ahora es cuando me felicito por mi valentía, porque siempre tiene recompensa.
Entonces, te pregunto: ¿quieres viajar y no tienes con quién? ¿Nunca cuadran las fechas o las economías con tu pareja o amigos/as? ¿No has conocido aún a tu compañero/a ideal de viaje?
Yo reconozco que cuando me planteé esta aventura busqué con quién compartirla, pero a nadie le cuadró. Yo quería ir, yo tenía la oportunidad de ir, ¿me lo iba a perder?
Así que, si tú puedes, si tú quieres, por favor, ¡no te quedes con las ganas!
Seguramente pasarás por las fases que te cuento u otras parecidas. Pero, de verdad, de verdad, de verdad, vale la pena.

Aralia Loiterstein Lorente.
- Viajera, Educadora Social y Guía Oficial de Turismo.
- Autora del libro «Agua dulce, agua salada»
Web: www.aguadulceaguasalada.es
Todo sobre el libro «Agua dulce, agua salada»: Aralia
Facebook: @Aralia
Instagram: @aralia.loi.lor
LinkedIn: Aralia Loiterstein Lorente
¿Has viajado solo/a alguna vez? ¿Qué lugares has visitado? Si no lo has hecho aún, ¿Qué te detiene? No olvides dejar tu comentario a continuación. ¡Me encantará conocer tu opinión sobre este artículo y tus fantásticas experiencias viajeras!
¡Tú también puedes ser un viajer@ itinerante y publicar tus aventuras en este blog! Descubre cómo participar y al resto de viajer@s haciendo click aquí. ¡Te esperamos!
¡Qué artículo tan inspirador! Creo que muchos nos hemos quedado atascados en las dos primeras fases durante mucho tiempo. Estamos llenos de «¿y sí..?» y a veces la bruma no nos deja ver el horizonte. A mí antes me daría un pánico terrible viajar sola, sería algo impensable… y es cierto que yo disfruto mucho viajando en compañía, pero ahora, si surgiese la oportunidad de viajar sola por cuestiones organizativas o limitaciones de fechas, no lo vería como algo impensable y probablemente me dejaría llevar y viviría la experiencia al máximo, es más creo que es una manera extraordinaria de conocerte de verdad. Es el mundo y tú, sin nada más. Eso sí, probaría de forma gradual, primero un finde y luego periodos más largos, porque estar acostumbrada a viajar de una manera y de repente irte durante mucho tiempo de seguido, sería un salto demasiado grande en mi caso 🙂 yo necesito ir más a mi ritmo.
¡Muchísimas gracias Vero por tu comentario! En mi caso siempre había viajado acompañada desde muy joven, pero tras una separación sentimental, de repente me vi con unas semanas de vacaciones y sin nadie que pudiera acompañarme de viaje. Así que me lie la manta a la cabeza y me fui de viaje a Croacia. Pero me pasó como a ti. Fui poco a poco. Este primer viaje lo hice con un grupo organizado, donde no conocía a nadie, pero por lo menos me sentía algo más arropada al tener gente a mi alrededor. Puedo asegurarte que fue una experiencia transformadora. Creo que, al final, cuando viajas sola nunca lo estás. Siempre encuentras a alguien por el camino con quién hablar. Es más, como que te relacionas mucho mejor. Por eso, si se sientes insegura como me pasó a mi, lo mejor es empezar como bien dices poco a poco. Te aseguro que al final le cogerás el gustillo y te encantará viajar sola. Y cualquier duda ya sabes que le puedes preguntar a Aralia, que es toda una experta en el arte de viajar en solitario. ¡Ya nos contarás! Un abrazo, guapísima y gracias por contar tus impresiones.😘