«Los viajeros Ana y Víctor de Perderse por el mundo nos narran sus recuerdos de las visitas al Teide en Tenerife. ¡Un artículo que emocionará!»

Vivimos en Londres desde hace varios años y siempre que vamos a Tenerife a visitar a la familia y amigos, hay un plan que sí o sí siempre cumplimos y que se ha convertido en una tradición: Subir al Teide.
Yo, Ana soy canaria y Víctor es “adoptado” de la isla, pero tanto a uno como al otro, no nos importa subir una y otra vez al Parque Nacional.
La sensación de atravesar el imponente bosque de pino canario envuelto en la niebla y llegar a ese punto del camino, donde desaparece de golpe, para dejar paso a ese mar de nubes coronado por el Teide, nos sigue poniendo los pelos de punta.
El Parque Nacional del Teide:
Desde el norte y desde el sur de la isla, hemos subido al Parque Nacional por varias carreteras, para verlo desde diferentes perspectivas y maravillarnos con la magia que desprende por sus cuatro costados. No nos ha dejado nunca indiferentes.
Al haber ido en varias épocas del año, hemos podido disfrutarlo de diferentes maneras. En primavera con la explosión de color de la flora endémica y en invierno, con el contraste de la lava con la nieve.


Otro de nuestros lugares favoritos son las Minas de San José, donde siempre paramos para disfrutar de los colores de la piedra pómez. Ahí es cuando me vienen a la mente, esos juegos infantiles en invierno, en los que hacía un muñeco de nieve o me “lanzaba” con un “trineo” improvisado hecho con una simple bolsa.

Al seguir nuestra ruta, pasamos por delante del Teleférico. Ya habíamos subido hace algunos años y para recordar ese mar de nubes, esa sensación de libertad y de ser “el centro del Universo” durante unos minutos, decidimos repetir la experiencia y no fue la misma que la vez anterior… fue muchísimo mejor.
En cada una de nuestras visitas al Parque Nacional, no puede faltar una parada en los Roques de García. La última vez que fuimos nos apetecía hacer algo de senderismo y cómo íbamos con ropa y calzado adecuado, aparcamos el coche en la zona de La Ruleta e hicimos la ruta circular desde los Roques.


Pasear por esos inmensos paisajes de lava, acompañados del silencio y de la presencia del Teide, es una experiencia que recomendamos a todo el mundo, ya que no es una ruta demasiado difícil a pesar del desnivel al empezar. Se puede hacer en un par de horas.





Después de la ruta, nada mejor que sentarnos en la terraza del Parador de las Cañadas del Teide y tomarnos algo en la que para nosotros es una de las cafeterías con las mejores vistas de España y siempre que lo hacemos, nos recordamos a nosotros mismos que, la próxima vez que subamos al Teide, tenemos que pasar una noche en el parador para disfrutar de las estrellas y por qué no decirlo, también del amanecer.

Una de las cosas más difíciles después de haber pasado un día increíble, es tener que volver a la rutina diaria, pero sabemos que un día u otro volveremos al Teide.
Perderse por el mundo.
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